Cocaína y opiáceos y
cánnabis fueron ampliamente prescritos para tratar estos «problemas de las
mujeres».
En el uso de todas
estas drogas, a excepción del cánnabis, la representación femenina en el consumo
será muy inferior a la de los varones y está asociada a una imagen social de las
mujeres muy peyorativa y rechazada socialmente
En los primeros años
noventa se difunden ampliamente noticias acerca del uso de las sustancias más
dañinas y de las que sabemos que las mujeres son escasamente consumidoras, pero
que contribuyen a sustentar la idea de la consumidora de drogas como la «madre que
daña a sus bebes», las «malas madres». A pesar de los cambios de tendencia en los
usos de drogas y de la poca importancia relativa que estos consumos tienen
entre las mujeres, estas noticias se asocian a roles y estereotipos de género,
y ayudan a la construcción de la imagen de la «mujer drogodependiente »,
estigmatizada y doblemente rechazada. Podríamos decir que las mujeres que usan
drogas ilegales son rechazadas doblemente, por contraponerse a los roles
femeninos clásicos y por su relación con la ilegalidad.
Las mujeres parecen
caracterizarse por usar menos drogas que los varones. Los datos epidemiológicos
revelan de manera unánime que las mujeres usan drogas legales y los varones
drogas ilegales.
En las últimas
décadas se viene produciendo un aumento progresivo del uso de sustancias
«legales» entre las mujeres, en concreto, en el de tabaco, alcohol y
psicofármacos entre las mujeres jóvenes y adultas en el estado español. El
cánnabis es la única sustancia de comercio ilegal cuya prevalencia de uso
aumenta de manera constante entre las mujeres en los últimos años,
circunstancia que probablemente esté relacionada con la normalización de su uso
entre la población española
Pero si hubiera que
destacar algún tipo de sustancia que diferencie a las mujeres de los varones,
que le afecte de manera diferencial y en todos los grupos de edad y de la que se
pudieran temer consecuencias adversas para su salud, éstas son los
psicofármacos sobre todo el consumo de antidepresivos, hipnóticos y sedantes
Es probable que
distintos elementos del contexto que forman la construcción de género, del «ser
mujer» en nuestra sociedad, influyan en la forma en que las mujeres usan drogas
ilegales y así no sean equivalentes los modos de iniciarse y continuar en el
consumo de las diferentes sustancias, la posible susceptibilidad a los daños,
el contexto social en el que consumen o las formas en las que acceden al
tratamiento.
Las mujeres siguen
consumiendo en proporciones mínimas las drogas ilegales de mayor rechazo
social. El consumo de drogas ilegales entre las mujeres lleva consigo una carga
emocional de disgusto y miedo a lo público, quizás por su rol todavía
predominante en nuestras sociedades como esposa dependiente y cuidadora. Usar
una sustancia ilegal supone para las mujeres no sólo ser clasificadas de
desviadas por sus usos de drogas, sino también por contraponerse a la definición
social de lo que debe de ser el comportamiento «femenino». Incluso entre los
propios usuarios de drogas las mujeres consumidoras generan rechazo, de manera que
éstos manifiestan su preferencia por parejas femeninas «libres de drogas». El
carácter legal o ilegal de la sustancia psicoactiva que se use parece
interaccionar con el sexo provocando una relación particular de las mujeres con
las «drogas», decantando sus preferencias por el uso legal, si es posible prescrito
desde al ámbito médico. Siguiendo a Ettorre, para acercarnos a los usos de las mujeres
quizás sería más apropiado hablar de sustancias y no de drogas para poder
referirnos a esta realidad.
Si nos fijamos en los
usos de drogas «ilegales » entre las mujeres como grupo, quizás lo menos
importante sea señalar que son «una minoría», «menos» o «insignificantes» y
recalcar que son mayoría en «otras sustancias » que pueden tener diferentes
consecuencias adversas para la salud, y que únicamente se diferencian en que
son «legales» y, por tanto, aceptadas socialmente y en muchos casos prescritas
por el sistema sanitario. Quizás necesitemos un cambio de mirada ya que, en
general, esta asunción bien establecida ha llevado a evitar el estudio de los
usos de drogas entre las mujeres o a considerarlos anecdóticos. Retomando el
tema de la importancia del contexto social y cultural para comprender el uso de
las distintas sustancias psicoactivas, puede que sea en este contexto donde las
diferencias entre varones y mujeres que usan drogas ilegales se generen y sean
exacerbadas por la estructura de las relaciones de género.
Por ejemplo, el mayor
número de problemas familiares referidos por las mujeres tiene relación con
diferentes factores: el comportamiento apropiado que se espera de los distintos
sexos; el estigma y la desaprobación del uso de drogas por las mujeres, etc. De
hecho, algunos de los datos que hemos mostrado sobre la forma de inicio y
mantenimiento en el uso de drogas ilegales se matizan y comprenden cuando nos
remitimos al contexto en el que estos usos tienen lugar. La estructura de
género puede ayudar a explicar las motivaciones específicas entre las mujeres
para iniciarse, continuar en el uso o en las consecuencias tras el uso.
Entender mejor los factores contextuales, y entre ellos los de género, supone
relacionar los usos de sustancias psicoactivas con la posición socioeconómica y
otras diferencias entre las propias mujeres, sean de edad, clase o grupo
étnico, que suelen darse por supuestas y nos llevan a hablar con frecuencia de
«las mujeres» como de un colectivo sin fracturas. Supone también ahondar a
través de metodologías de investigación comprensiva en los motivos, razones y
sentimientos de las mujeres que usan sustancias psicoactivas. Todos éstos son
ámbitos en los que hemos de desarrollar investigaciones en el futuro buscando
generar esa «mirada feminista». En este sentido, sería importante dejar de
considerar los análisis de género como un «aspecto marginal» o «cosa de
mujeres» y pasar a entenderlo también como un aspecto fundamental de la
comprensión de los comportamientos de los varones: varones y mujeres que
consumen sustancias psicoactivas que repercuten en sus tipos de usos y en las consecuencias
para su salud.
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