miércoles, 23 de mayo de 2012

Mujeres y consumo de drogas

Antiguamente la mayoría de usuarias de opiáceos en este país eran mujeres que los utilizaban como medicamentos para tratar multitud de dolencias, sobre todo ginecológicos.
Cocaína y opiáceos y cánnabis fueron ampliamente prescritos para tratar estos «problemas de las mujeres».

En el uso de todas estas drogas, a excepción del cánnabis, la representación femenina en el consumo será muy inferior a la de los varones y está asociada a una imagen social de las mujeres muy peyorativa y rechazada socialmente


En los primeros años noventa se difunden ampliamente noticias acerca del uso de las sustancias más dañinas y de las que sabemos que las mujeres son escasamente consumidoras, pero que contribuyen a sustentar la idea de la consumidora de drogas como la «madre que daña a sus bebes», las «malas madres». A pesar de los cambios de tendencia en los usos de drogas y de la poca importancia relativa que estos consumos tienen entre las mujeres, estas noticias se asocian a roles y estereotipos de género, y ayudan a la construcción de la imagen de la «mujer drogodependiente », estigmatizada y doblemente rechazada. Podríamos decir que las mujeres que usan drogas ilegales son rechazadas doblemente, por contraponerse a los roles femeninos clásicos y por su relación con la ilegalidad.


Las mujeres parecen caracterizarse por usar menos drogas que los varones. Los datos epidemiológicos revelan de manera unánime que las mujeres usan drogas legales y los varones drogas ilegales.


En las últimas décadas se viene produciendo un aumento progresivo del uso de sustancias «legales» entre las mujeres, en concreto, en el de tabaco, alcohol y psicofármacos entre las mujeres jóvenes y adultas en el estado español. El cánnabis es la única sustancia de comercio ilegal cuya prevalencia de uso aumenta de manera constante entre las mujeres en los últimos años, circunstancia que probablemente esté relacionada con la normalización de su uso entre la población española


Pero si hubiera que destacar algún tipo de sustancia que diferencie a las mujeres de los varones, que le afecte de manera diferencial y en todos los grupos de edad y de la que se pudieran temer consecuencias adversas para su salud, éstas son los psicofármacos sobre todo el consumo de antidepresivos, hipnóticos y sedantes


Es probable que distintos elementos del contexto que forman la construcción de género, del «ser mujer» en nuestra sociedad, influyan en la forma en que las mujeres usan drogas ilegales y así no sean equivalentes los modos de iniciarse y continuar en el consumo de las diferentes sustancias, la posible susceptibilidad a los daños, el contexto social en el que consumen o las formas en las que acceden al tratamiento.



Las mujeres siguen consumiendo en proporciones mínimas las drogas ilegales de mayor rechazo social. El consumo de drogas ilegales entre las mujeres lleva consigo una carga emocional de disgusto y miedo a lo público, quizás por su rol todavía predominante en nuestras sociedades como esposa dependiente y cuidadora. Usar una sustancia ilegal supone para las mujeres no sólo ser clasificadas de desviadas por sus usos de drogas, sino también por contraponerse a la definición social de lo que debe de ser el comportamiento «femenino». Incluso entre los propios usuarios de drogas las mujeres consumidoras generan rechazo, de manera que éstos manifiestan su preferencia por parejas femeninas «libres de drogas». El carácter legal o ilegal de la sustancia psicoactiva que se use parece interaccionar con el sexo provocando una relación particular de las mujeres con las «drogas», decantando sus preferencias por el uso legal, si es posible prescrito desde al ámbito médico. Siguiendo a Ettorre, para acercarnos a los usos de las mujeres quizás sería más apropiado hablar de sustancias y no de drogas para poder referirnos a esta realidad.

Si nos fijamos en los usos de drogas «ilegales » entre las mujeres como grupo, quizás lo menos importante sea señalar que son «una minoría», «menos» o «insignificantes» y recalcar que son mayoría en «otras sustancias » que pueden tener diferentes consecuencias adversas para la salud, y que únicamente se diferencian en que son «legales» y, por tanto, aceptadas socialmente y en muchos casos prescritas por el sistema sanitario. Quizás necesitemos un cambio de mirada ya que, en general, esta asunción bien establecida ha llevado a evitar el estudio de los usos de drogas entre las mujeres o a considerarlos anecdóticos. Retomando el tema de la importancia del contexto social y cultural para comprender el uso de las distintas sustancias psicoactivas, puede que sea en este contexto donde las diferencias entre varones y mujeres que usan drogas ilegales se generen y sean exacerbadas por la estructura de las relaciones de género.

Por ejemplo, el mayor número de problemas familiares referidos por las mujeres tiene relación con diferentes factores: el comportamiento apropiado que se espera de los distintos sexos; el estigma y la desaprobación del uso de drogas por las mujeres, etc. De hecho, algunos de los datos que hemos mostrado sobre la forma de inicio y mantenimiento en el uso de drogas ilegales se matizan y comprenden cuando nos remitimos al contexto en el que estos usos tienen lugar. La estructura de género puede ayudar a explicar las motivaciones específicas entre las mujeres para iniciarse, continuar en el uso o en las consecuencias tras el uso. Entender mejor los factores contextuales, y entre ellos los de género, supone relacionar los usos de sustancias psicoactivas con la posición socioeconómica y otras diferencias entre las propias mujeres, sean de edad, clase o grupo étnico, que suelen darse por supuestas y nos llevan a hablar con frecuencia de «las mujeres» como de un colectivo sin fracturas. Supone también ahondar a través de metodologías de investigación comprensiva en los motivos, razones y sentimientos de las mujeres que usan sustancias psicoactivas. Todos éstos son ámbitos en los que hemos de desarrollar investigaciones en el futuro buscando generar esa «mirada feminista». En este sentido, sería importante dejar de considerar los análisis de género como un «aspecto marginal» o «cosa de mujeres» y pasar a entenderlo también como un aspecto fundamental de la comprensión de los comportamientos de los varones: varones y mujeres que consumen sustancias psicoactivas que repercuten en sus tipos de usos y en las consecuencias para su salud.

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